La disponibilidad en la pareja

Por septiembre 9, 2015 Artículos Sin Comentarios

Podéis consultar este artículo de Adrián Cardozo y Silvia Basteiro en formato completo en el ejemplar nº 33 de la revista El despertador del alma, de la Biotienda de Sevilla y en formato reducido en El Giraldillo

La disponibilidad en la pareja

¿Es suficiente el amor para que una pareja funcione bien?

La experiencia suele mostrarnos que no. De hecho, para muchas parejas resulta difícil dar el paso de la separación por lo mucho que se quieren, aunque están convencidas de que su relación como tal está acabada.

Bert Hellinger nos ha enseñado que el amor solo puede fluir cuando hay un orden en el sistema, es decir, cuando se cumplen las condiciones que él denomina “órdenes del amor”. Un sistema humano está ordenado cuando todos sus miembros son reconocidos como pertenecientes al mismo, más allá de sus circunstancias vitales o su manera de relacionarse con el resto, los intercambios entre ellos están equilibrados en función del tipo de relación del que se trate y cada persona ocupa el lugar que le corresponde, de acuerdo con el momento de su llegada al sistema.

Veamos entonces cómo se aplican estos órdenes a la pareja, a partir de las peculiaridades de este sistema complejo.

Cuando dos personas se encuentran, se enamoran y eligen formar una pareja, no llegan solas. Detrás de cada una están su padre y su madre y toda su familia de origen. No es solo un encuentro de a dos, hay mucha más gente implicada. Tomar a nuestros padres, tomar la vida que nos han dado con agradecimiento, es el paso esencial para dirigirnos hacia nuestro proyecto vital. Más allá de lo que nos dieron y de la manera en la que se creó la relación con nosotros/as, nos han dado la vida, el más grande regalo que hemos recibido. Ante esa realidad, cualquier otra expectativa de nuestra parte se queda pequeña.

Por ello, si no reconocemos a nuestros padres, colocándonos en nuestro lugar como hijos/as, buscaremos una pareja que sea nuestra madre o nuestro padre, esperando que ella sí nos dé lo que nos merecemos. En ocasiones se encuentran un hijo que busca madre con una hija que busca padre, allí tenemos el desencuentro garantizado.

En ocasiones, a partir de los conflictos conyugales entre nuestro padre y nuestra madre, nos vemos posicionados/as a favor de uno o de la otra, excluyendo al/a otro/a de nuestro corazón. Nos mezclamos en sus asuntos, entrando en el campo de batalla de la pareja, cuando en realidad es algo que no va con nosotros/as y que no está en nuestras manos solucionar. Además, nos creemos mejores: la hija se siente mejor que su madre para su padre, el hijo mejor que su padre para su madre.

En medio de ese triángulo, cualquier elección de pareja puede llevarnos con muchas probabilidades a la repetición de un fracaso conyugal.

Otras personas cuya pertenencia a nuestro sistema familiar necesitamos reconocer son las antiguas parejas, tanto las nuestras como las de nuestros padres. Al decir parejas, estamos refiriéndonos a vínculos que han sido importantes, no a encuentros puntuales. La necesidad de reconocerles tiene que ver con el espacio que han dejado para las relaciones posteriores, facilitando desde ahí que estas fueran posibles.

En el caso de las antiguas parejas de nuestra madre o nuestro padre, es frecuente observar en las constelaciones la implicación sistémica de algún/a hijo/a con ellas. Por ejemplo, una hija que vive una relación muy conflictiva con su madre y una muy cercana con su padre, puede estar ocupando el lugar de una antigua pareja de este, que busca ser vista y reconocida por el sistema. Cuando esto se observa en una constelación, se hace que los miembros de la familia puedan mirar a esta persona y darle un lugar, agradeciendo que su salida, en ocasiones dolorosa, haya dado lugar a que se formara esta relación entre los padres, de la que este/a hijo/a ha nacido.

Este movimiento “libera” al/a hijo/a de ocupar ese lugar. Al poder sentirse hijo/a de su padre/madre, la vida le impulsa a buscar una pareja fuera del sistema.

En cuanto a las propias parejas anteriores, estaremos disponibles para la nueva relación en tanto y en cuanto hayamos podido cerrarlas, reconociendo lo que han significado para nosotros/as, aceptando que ha llegado el final, darles un lugar en nuestro corazón y dejarlas partir.

Muchas relaciones se ven perturbadas cuando uno de sus miembros sigue teniendo temas pendientes que resolver con alguna pareja anterior, que acaban “contaminando” la pareja actual.

Si llegamos a la nueva relación desde el rechazo de la anterior, sin poder tomar lo que nos ha dado mientras ha podido ser, sobrecargamos a la nueva pareja con expectativas que no le corresponden y perdemos además la oportunidad de aprender de lo que se ha terminado.

Estos movimientos de reconocimiento que significan que “ahora sí podemos ver a esas personas y darles su lugar”, liberan a nuestra pareja de temas que no le incumben y por ello la debilitan. Quedamos disponibles a la nueva relación que sí es un asunto de las/os dos, tomando la fuerza que genera la inclusión en el corazón de todos los miembros de ambos sistemas familiares.

El siguiente movimiento consiste en reconocer las familias de origen y las parejas anteriores de nuestra pareja, igual que lo hemos hecho con las nuestras.

Cuando elegimos a esa persona, la tomamos con todo lo que trae y esto ocurre también de manera recíproca. Este reconocimiento fortalece a la pareja, dándole raíces a partir de las cuales crecer.

En cuanto al equilibrio en el intercambio, la pareja intercambia amor, nutrición relacional y, al tratarse de un sistema formado por dos personas en igualdad de rango, el dar y el tomar requieren ser equilibrados de tal modo que ambas tomen y den en paridad.

Cuando hay un desequilibrio en este intercambio, la pareja se puede ver dañada en su relación y su continuidad puesta en riesgo.

Esto puede ocurrir cuando en realidad se relacionan como un padre y una hija o como una madre y un hijo, situaciones bastante frecuentes. También cuando a una de ellas le cuesta dar o recibir. En ese caso, la relación puede romperse tanto del lado de quien da constantemente, a partir del hartazgo que esto le genera por no sentir compensado lo que da; como por parte de quien solo toma, que siente crecer una deuda imposible de devolver y no tiene otro camino que la ruptura para poder recuperar su dignidad.

Por último, en relación con el lugar a ocupar por cada persona, tendremos en cuenta que el orden de los miembros en el sistema está determinado por el momento de llegada al mismo de cada uno. En el caso de la pareja, ambas personas llegan a la vez, por lo que se encuentran en situación de igualdad, tal como vimos en el punto anterior.

Será necesario por tanto ver cuál es el lugar de la pareja ante sus respectivas familias de origen y ante sus hijo/as, cuando ya los hay. En relación con las familias de origen, la pareja tiene la prioridad. Está en el presente y mirando hacia el futuro (el proyecto común, los/as hijos/as), en tanto que aquellas apoyan desde atrás, en el pasado.

La pareja necesita tener un espacio íntimo y propio de decisiones en el que sus padres u otros miembros de sus familias no interfieran, porque esto genera conflictos y debilita la relación.

En relación con los/as hijos/as, la pareja es previa a ellos/as, por lo cual habrá de ser priorizada la relación conyugal. Cuando esta funciona bien, también habrá más posibilidades de armar un buen equipo de padres.

Cuando se otorga una mayor importancia a los/as hijos/as, la pareja se descuida y se genera una distancia entre ambos que puede crecer en el tiempo hasta llegar a dificultar el reencuentro.

Confiamos en que puedan serviros estas herramientas y os recomendamos pedir ayuda para sanar vuestro vínculo de pareja antes de que las situaciones se hagan más difíciles de resolver.